Escribe Miguel Grinberg
Hace 32 años
se publicaba en Estados Unidos una obra fundamental del pensamiento ecologista
del siglo XX. Su título: Ecología de la
libertad (subtitulado “Surgimiento y disolución de la Jerarquía ”). Su autor:
el sociólogo estadounidense Murray Bookchin (1921-2006), hoy reconocido y
ponderado como padre de la
Ecología Social. Lamentablemente su vasta obra pedagógica ha
circulado escasamente en nuestro idioma.
Ideológicamente,
se lo ha situado en las filas del ecoanarquismo, y este estudio fundacional
surgió como una síntesis de teoría política, ecología y antropología,
enfatizando la contradicción que existe en la cultura humana entre la libertad
y la imposición, tanto entre los seres humanos, como desde la humanidad hacia
la naturaleza. El autor resaltaba que en la naturaleza prevalecen la
cooperación, la simbiosis y los comportamientos emergentes (procesos que
denominaba “redes de alimentación” y “círculos de interdependencia”). Y como
alternativa al capitalismo imperante proponía un desarrollo comunalista, basado
en las tecnologías apropiadas y la ecología solidaria. Bajo un lema de
Municipalismo Libertario.
DOMINACIÓN
Basándose en este libro singular, el sociólogo uruguayo Eduardo Gudynas señala que Bookchin plantea que tanto la problemática de la libertad y la igualdad no pueden ser abordada en una sola dimensión (sea la social o la ambiental) sino que es indispensable un abordaje transversal. De la misma manera, remarca que la crisis ambiental (hasta podría incluirse el cambio climático) obedece a causas más profundas que también explican las formas de dominación entre los humanos.
Basándose en este libro singular, el sociólogo uruguayo Eduardo Gudynas señala que Bookchin plantea que tanto la problemática de la libertad y la igualdad no pueden ser abordada en una sola dimensión (sea la social o la ambiental) sino que es indispensable un abordaje transversal. De la misma manera, remarca que la crisis ambiental (hasta podría incluirse el cambio climático) obedece a causas más profundas que también explican las formas de dominación entre los humanos.
En un artículo
célebre titulado “El concepto de ecología
social” Bookchin sostenía que “Hemos comenzado una época que ya no se
caracteriza por la estabilidad institucional, sino por la decadencia de las
instituciones. Una creciente alienación se extiende sobre las formas, las
aspiraciones, las demandas y todas las instituciones del orden establecido. La
más exuberante y dramática evidencia de esta alienación se dio en los años 60,
cuando la ‘revuelta juvenil’ estalló en lo que intentó ser una contracultura o
cultura paralela. Ese período se caracterizó por algo más que la protesta y el
nihilismo adolescente. Casi intuitivamente, nuevos valores de sensibilidad,
nuevos estilos de vida comunal, cambios en la vestimenta, el lenguaje y música,
todos ellos sustentados por la ola de un profundo sentimiento de inminente
cambio social, impregnaron a una considerable fracción de toda una generación.
Aún no sabemos en qué sentido esa ola comenzó a decaer: si como un retroceso
histórico o como una transformación en un proyecto serio de desarrollo personal
y social.”
IRREVERSIBLE
Bookchin percibía que los símbolos de aquel movimiento contestatario se habían convertido en artefactos de una nueva industria cultural, pero sostenía que ello no alteraba los efectos profundos de tal movimiento en el subconsciente colectivo. Vaticinó entonces: “La sociedad occidental no volverá jamás a ser la misma, más allá de los profesores académicos despectivos y sus críticas de narcisismo.”
Bookchin percibía que los símbolos de aquel movimiento contestatario se habían convertido en artefactos de una nueva industria cultural, pero sostenía que ello no alteraba los efectos profundos de tal movimiento en el subconsciente colectivo. Vaticinó entonces: “La sociedad occidental no volverá jamás a ser la misma, más allá de los profesores académicos despectivos y sus críticas de narcisismo.”
Según el
inspirado pensador, lo que le otorgaba significación a aquel incesante
movimiento de desinstitucionalización e ilegitimación es que había hallado una
sólida adhesión en un amplio estrato de la sociedad occidental. La alienación
alcanzaba no sólo a los pobres sino también a los relativamente acomodados; no
sólo a los jóvenes sino a sus mayores también; no sólo a los visiblemente
explotados sino a los aparentemente privilegiados. Y auguraba: “El orden
dominante ha comenzado a perder la lealtad de ciertos estratos sociales que
tradicionalmente le brindaban su apoyo y sobre los cuales ese orden se apoyó
firmemente en épocas previas.”
Entonces
añadía proféticamente que años atrás, durante los alzamientos de mayo y junio
de 1968, los estudiantes franceses habían expresado magníficamente ese agudo
contraste de opciones en su slogan: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”. A
esta demanda, agregaba, la generación que se confrontará con el próximo siglo
tendrá que agregarle este mandato más solemne: “Si no hacemos lo imposible deberemos afrontar lo inconcebible”.
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